Conde, Lorena / Escritor
Ojalá Mary,
al despertar de la perla
con las manos entrelazadas y labrada
en una sábana tan blanca,
lo hubiera recordado de esa manera.
Que se
lo cuente como yo lo cuento:
enorme, cortado a contraluz
y las cortezas de pan
mezcladas con los hilos sueltos
en los bolsillos del delantal a cuadros
(
)
Hay libros de abuela, maria y antergas. Es tan; casi todos los poetas necesitan en algún momento la
comunión con su linaje como ofrenda y autoexploración y existe una profunda tradición de esta poética
de la memoria y el apego en nuestro lenguaje. Es exacto.
Es debido. Ella es una justicia. María, para Lorena Conde, es familia / mitología esencial e indirecta, un origen, una representación del futuro pero también una observación con los ojos abiertos y la boca silenciosa ese misterio que le dio a su abuela otro lenguaje que resuena en las profundidades del años de una manera distinta. La abuela que acompaña a Silent y su leyenda familiar, "María antes de la perla negra / -Enero de 1982-"
Hay libros que pasan por nosotros y otros que tenemos que pasar por nosotros mismos, demandan nuestro movimiento por más que algo nos lleve adelante con violencia por no mirar.
D´ El perfil de la boca nos salió con un sudor fresco y feliz, con los rostros enrojecidos y la piel pegajosa por
un esfuerzo alegre, como para trepar, como para pasar por un túnel de árboles o cavar en las
fangosas orillas de un rio. Venimos desde dentro de los poemas con la conciencia de una infancia rural
recuperada, en la que el abandono con las abuelas fue en parte el castigo y en parte el regalo, el ritual luminoso
y salvaje, la liberación. Todos, todos, llevamos esa experiencia pegada al cuerpo de la infancia y de Lorena.
Conde nos muestra un camino hacia sus entrañas, invitándonos a recorrer la parte más
recóndita del bosque y terreno memorial que nos presenta en El perfil de la boca .
Esa perla negra se ata en la boca de la abuela, que donó eso enquistado dentro de la sangre e impidió el discurso
buscando para el poeta una abuela diferente a las demás, una María silenciosa. María acaba de
empezar por mí y una curiosidad por traducir en un léxico raíz lo que las manos y el perfil de la
boca hacían transparente.
El poeta atraviesa (y nosotros atravesamos, en salvaje compañía) un territorio veraniego fértil y húmedo, exuberante de
pastos altos y cascabeles de ovejas y cabras. Medimos la temperatura de cada verso gracias a la sinestesia
que nos trae el intérprete de signos Conde: una brazada de olores, un torrente de sonidos
agudos y mainos, un rugido de insectos en cada punto de un mapa muy personal pero también reconocible para nosotros, que podemos nombrar y colocar en el lugar exacto punto donde hemos perdido el locus
amoenus. Este lugar, como lo es también para el poeta, para las abuelas, para las marías, para los antepasados, significa para todos, escritor y lector, una infancia que ya nos ha dejado y ha entrado en tierras de idealización y pérdida, de mistificación. y de reverencia.
Una forma, la de estos versos tan limpios y vibrantes como feroces, es reproducir los
sonidos de un silencio impuesto en un lugar del mapa llamado Broca.
EMMA PEDREIRA