Balzano, Marco / Escritor
"Si no entiendes a tu madre es porque ella te permitió convertirte en una mujer diferente a ella". Esta es la historia de quién se va y quién se queda. De una madre que va a cuidar a los demás, de sus hijos que se quedan en casa esperando por ella abrigando ambiciones, rabia, expectativas. Y un deseo abrumador de irse lejos. Después de "Me quedo aquÃ", Marco Balzano regresa con una historia profunda y muy tensa de destinos que nos conciernen de cerca, pero que muchas veces preferimos no ver. Una novela que va directo al corazón, mostrando sin juzgar nunca la fuerza de los lazos y las consecuencias de nuestras elecciones. Daniela tiene un marido inactivo, dos hijos adolescentes y un trabajo cada vez más precario. Una noche se escapa de casa como una ladrona, buscando algo que pueda enderezar la existencia de las personas que ama, y ??tal vez también la de ella. L ' la única forma es salir de RumanÃa para llegar a Italia, un lugar lleno de promesas donde los sueños parecen más cercanos. Por lo tanto, se mudó a Milán para ser cuidadora, niñera y enfermera de vez en cuando. DeberÃa estar fuera por un corto tiempo, solo para recaudar algo de dinero, pero poco a poco su vida se duplica y los retornos son cada vez más raros. Cuando por casualidad pone un pie en su antigua casa de campo, se da cuenta de que los niños son hostiles, su marido aún más distante. Y las miradas que recibe cada vez que se va pronto se convierten en cicatrices. Un dÃa le llega una llamada en Milán, una que nadie querrÃa recibir nunca: su hijo Manuel ha tenido un accidente. De vuelta en Rumania, Daniela se sentará al lado del niño dormido obstinadamente pasando sus dÃas contándole cuando estaban fuera, con la esperanza de que se despierte. Con una pregunta siempre en mente: ¿puede una madre que ha estado lejos durante mucho tiempo todavÃa llamarse madre? Para contar esta historia están Manuel, Daniela y Angélica, la hija mayor. Tres voces para una sola historia: la de una familia desintegrada, en la que cada uno se da cuenta de que volver a montar el mosaico de los afectos, una vez que los azulejos se han dispersado, es lo más difÃcil.