Ana, Catarina / Escritor
Me rijo por este principio, que es un Mandamiento sin tablero: No pronunciarás sobre la poesÃa de los demás. La presente excepción se debe a que este libro entra por la puerta trasera, a última hora de la noche, para encender las luces de la casa. Escribo esto porque después de leerlo me quité los zapatos, metà los pies en la arena y renombré las cosas simples. Lo que encuentran aquà es un cuerpo ágil, listo para el ayuno y el silencio, asà como para la juerga y la purga. En estos poemas se envÃan desafÃos a la pineal y sobrevuelos diarios con la mirada de un águila, una madre o una madre águila. Este cuerpo parió, extendió sábanas de lino, despertó calentito, hizo la espargata, se enterró hondo en la tierra para estremecerse con los árboles y al fin y al cabo supo reformularse en una constelación sin complicaciones: “todo deberÃa ya ser escrito / excepto yo ”. Por ejemplo. Donde insinúa el poema bien podrÃa ser un mapa (¿de dónde viene la escritura?), Una pista coreográfica o una pista de baile (con caderas de bambú), una cosmologÃa (“estrellas muertas otra vez seremos / y mucho más seremos” ), una receta para fermentados. Un mensaje de amor. La idea de una pieza que no puedes crear porque ya es muy bueno tener ideas. PodrÃa citar otros versos y compartir un panegÃrico, pero la verdad es que seguà todo esto de cerca, medio enamorado y, como dice Catarina Ana: “Solo me gusta tu perro”.
Joana Bertholo