Lorenzo, Ana Maria / Escritor
En la esencia de los versos que nacen del todo y la nada, encontramos un susurro eterno que reverbera en la conciencia humana. El "todo" representa el vasto universo y su infinita complejidad, una totalidad en la que cada elemento forma parte de un engranaje mayor, pero cuya magnitud escapa a la comprensión absoluta. Es el ser, la creación, el movimiento y la interconexión. Es la plenitud de lo conocido y lo por conocer.
La "nada", en contraste, se alza como un concepto inquietante y fascinante. Es el vacío, la ausencia, el silencio que permite que el todo brille en su plenitud. La nada no es únicamente el no-ser; es también la posibilidad de algo, el umbral entre el estado latente y la manifestación. Sin la nada, el todo carecería de espacio para su existencia, de la pausa que lo define.
Los versos del todo y la nada son un intento humano de abordar esta dualidad, de poner palabras al misterio de ser y no ser. Son un diálogo entre lo que llena y lo que deja vacío, entre lo tangible y lo intangible. En cada verso, el poeta busca captar la tensión entre estas fuerzas opuestas pero complementarias, explorando cómo el todo y la nada no se anulan mutuamente, sino que se necesitan para definir el universo.
En los tiempos actuales, estos versos adquieren un nuevo significado. En una era donde el exceso de información y estímulos nos rodea, quizás la nada sea el refugio que anhelamos para reconectar con lo esencial. A su vez, el todo nos recuerda la vastedad de lo que somos capaces de imaginar, crear y comprender. Así, los versos del todo y la nada nos invitan a reflexionar sobre propias búsquedas, nuestros equilibrios y nuestras contradicciones.