Sottsass, Ettore / Escritor
Durante mucho tiempo nos hemos visto obligados a sospechar que los proyectos, dibujos, objetos, fotografías, revistas de Ettore Sottsass, además de asombrar e innovar, cuentan una historia. Luego, al final de su larga vida, Sottsass comenzó a escribir esa historia, comenzando desde muy lejos. Y así, en estos fragmentos de una autobiografía concebida como testamento, Sottsass maniobra una caja óptica cuyo funcionamiento sólo él parece conocer, y se sirve de ella para proponer al lector, en un orden sólo aparentemente caprichoso, imágenes de su infancia y su juventud. . El material del que está hecha la historia: los primeros años en Austria, la llegada a Turín, la retaguardia y el frente de una guerra que fue mitad horrible y mitad ridícula, y la posguerra de Milán y América, y el nacimiento del diseño contemporáneo- sería suficiente para justificarlo. Pero lo que llama la atención, y encanta de inmediato, es el fuera de campo con el que Sottsass acompaña cada recreación: una voz irónica, burlona, ??socarrona, que siempre parece llevar a una conclusión ya escrita, pero que en el último momento gira hacia el paradoja - logrando, cada vez, sorprender. Quien sostiene este libro en sus manos, dice Sottsass en una breve introducción al texto, sostiene (quizás) a un hombre desnudo en sus manos. El paréntesis -y no podía ser de otro modo- autoriza pues una duda: para disolverlo, sólo queda ponerse a leer. el último momento se desvía hacia la paradoja, logrando, cada vez, sorprender. Quien sostiene este libro en sus manos, dice Sottsass en una breve introducción al texto, sostiene (quizás) a un hombre desnudo en sus manos. El paréntesis -y no podía ser de otro modo- autoriza pues una duda: para disolverlo, sólo queda ponerse a leer. el último momento se desvía hacia la paradoja, logrando, cada vez, sorprender. Quien sostiene este libro en sus manos, dice Sottsass en una breve introducción al texto, sostiene (quizás) a un hombre desnudo en sus manos. El paréntesis -y no podía ser de otro modo- autoriza pues una duda: para disolverlo, sólo queda ponerse a leer.