Fabiani, Francesca / Escritor
El Museo Andersen es un lugar muy especial y fascinante. Desde casa-estudio del artista noruego-estadounidense, que pasó los últimos quince años de su vida aquÃ, se convirtió en un museo estatal bajo la GalerÃa Nacional de Arte Moderno y se abrió al público en diciembre de 1999. Después de restauraciones precisas y complejas, casi Invisible para el ojo profano, prácticamente ha vuelto a ser lo que Andersen hizo construir sobre su propio diseño y como les pareció a quienes pasaron a principios de los años veinte del siglo pasado en esa zona de expansión de nuevos edificios de la capital. a las afueras de Porta del Popolo, alrededor de Via Flaminia casi a orillas del TÃber. Y tambien el El interior parecerÃa ahora muy poco cambiado a los ojos de quienes en esos mismos años venÃan a visitar con curiosidad los dos grandes talleres de la planta baja abarrotados de gigantescas esculturas clásicas y el apartamento del primer piso decorado por el propio artista con guirnaldas de estuco. cabezas de ángeles y pinturas aéreas al pastel. Por lo tanto, el Museo ha llamado la atención no solo sobre un lugar olvidado durante mucho tiempo, sino también sobre una página singular de la vida cultural y artÃstica de Roma entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX con profundos enredos en los Estados Unidos de América. América donde Hendrik Andersen, nacido en Bergen en Noruega en 1872, habÃa emigrado cuando aún era un niño con su familia y habÃa madurado su vocación como artista.