Bleda, Javier / Escritor
No debió ser fácil para un efebo principesco entender que la futura concomitante elegida, en lo que se vendió como una historia de amor para adornar la tragicomedia de la monarquÃa, mostraba una contundencia de carácter que llegaba a confundir a los plebeyos respecto a si el futuro rey serÃa capaz de ostentar la jefatura del Estado sin tener que vestirse de cuero negro y tacones para dar el mensaje navideño dictado por una dominatrix de látigo largo. Curioso que esta palabra latina, dominatrix, venga a traducirse por soberana y su derivación al castellano sea dominatriz, con z. Y curiosos también los silencios del que, una vez monarca, no supo, o no quiso, o no pudo decir nada ante afrentas difÃciles de soportar.